Todos, en ocasiones, nos hemos descubierto hablando con nosotros mismos. Más allá de ser un signo de locura, el auto diálogo es una herramienta común en la elaboración de nuestras ideas y, de hecho, es uno de los elementos distintivos de nuestra especie.
Lo que el auto diálogo realmente es, es una simulación del habla abierta, es decir que no hay mucha diferencia entre encontrarse hablando en voz alta con uno mismo y pensar en silencio. El proceso subyacente es el mismo.
Se ha observado que, cuando pensamos, el cerebro pasa por procesos similares que cuando hablamos en voz alta en una conversación. Las mismas regiones que se activan durante el habla real —el lóbulo frontal del hemisferio izquierdo y el lóbulo parietal—, se activan durante el auto diálogo.
Si pensamos sobre el juego que tienen los niños menores de 5 años, nos daremos cuenta de que sus imaginaciones suelen venir acompañadas de constantes diálogos entre personajes inventados por su creatividad. Nadie se pararía a pensar que el niño ha perdido la cabeza. El juego y el auto diálogo que le acompaña han sido catalogados como herramientas terapéuticas en estas edades.
Hablar con uno mismo permite que expresemos en palabras lo que estamos sintiendo y hacer esto constituye una herramienta eficaz para simplificar nuestra experiencia. También en la adultez es necesario hablarnos, preguntarnos lo que sentimos y experimentamos, discutir sobre conclusiones equivocadas, calmarnos y concentrarnos.
En el auto diálogo, se ha encontrado que distintas regiones del cerebro se activan dependiendo del rol que decidamos representar. Cuando adoptamos el rol de nosotros mismos en la “discusión”, los centros auditivos del hemisferio izquierdo se activan. Cuando cambiamos la perspectiva y somos la contraparte, la activación cerebral es mucho más marcada en el hemisferio derecho. Estás analizando un mismo asunto con dos miradas diferentes. Esto siempre es sinónimo de enriquecimiento: o tu postura original se fortalece, o la cambias por una más acertada.
Por todo esto, el auto diálogo se constituye como una herramienta terapéutica útil, pero con potenciales aplicaciones a muchos más ámbitos vitales.